Muchas veces he de empezar a dibujar para saber qué quiero dibujar. Dejo la mano libre, busco cualquier tema que suele estar vinculado a alguna calle, casa o edificio. Otras veces, es la naturaleza misma el punto de partida.
Dibujar es pensar, pero de una forma diferente a cuando escribo. La mano piensa, como dice Pallasmaa y ejecuta con intencionalidad y habilidades propias.
Me interesa indagar sobre la relación ojo-mano-mente a la hora de crear.
Lo que sabemos afecta al modo en que vemos las cosas. La percepción está guiada por el conocimiento. Si pudiéramos despojar a nuestra mirada de los contenidos de la mente, ¿qué veríamos? Creo que nada.
Y cuando dibujo una hoja, tengo la sensación de que estoy dibujando todas las hojas que he visto, pero hay tantas que no acabaría nunca.
Lo visible no es más que un conjunto de imágenes que nuestra mente crea al mirar. La realidad se hace visible al ser percibida, es una construcción creada por la persona que observa. Al observar, ordenamos los datos de una forma determinada, en un marco teórico o mental que nos es propio. Por ello, esa realidad no es una copia de lo que está ahí fuera de nosotros, sino algo que hemos construido en base a nuestros esquemas mentales.
Cada acto de percepción es, en cierto grado, un acto de creación y cada acto de memoria es en cierto modo un acto de imaginación.
La expresión no es algo único del rostro humano. En una pintura, el lugar que ocupan las figuras y los objetos, los espacios vacíos que los envuelven, su tamaño, todo ello es expresivo.
No pinto lo que veo sino lo que experimento. Lo que observo es el punto de partida para expresar lo que siento.
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